sábado, 11 de febrero de 2012

Detrás de la verdad...







No se que hago aquí escondida detrás de este kiosco de prensa, que corte si se da cuenta que lo estoy vigilando me moriré de vergüenza y no podré volver a mirarle a la cara, pero que voy hacer si me muero de ganas de saber…, de descubrir toda la verdad o tal vez no es la verdad lo que persigo, sino la certeza de que yo tengo razón, de que estoy en el buen camino… por desconfiar de él.

«¡Joder!, me duelen los pies, hay que ser gilipollas para ponerse los zapatos de tacón para andar de correrías por toda la ciudad como una estúpida colegiala, en persecución de un tipo de dudosa fidelidad — Si me vieran mis compañeras de trabajo seguro que se descojonarían de la risa, una mujer hecha y derecha con 35 años y con una experiencia de 10 años como periodista de sucesos, acechando, a un idiota con  pantalones vaqueros, chaqueta de pana y bufanda raída… a  un  paria de las letras»
 
Ahí sale, se dirige hacia el semáforo, ¡eso! y aún encima lo cruza en rojo, pero porque caminará tan rápido y yo con estos malditos tacones, ahora gira por la calle Rosales, al menos esta zona la conozco. ¡Uys! Se detiene atarse los zapatos, menos mal eso me da oportunidad a recuperar un poco el resuello ya se pone en marcha y coge por baños viejos, — no porfa, esa calle no que es cuesta arriba —

¡Dios!, por fin se detiene y entra en… lo sabía, es que lo sabía… yo tenía razón. No era posible que un tío tan desastroso y que trae bocatas de sardinas en aceite para comer hiciera unos pasteles con una crema tan fina y un bizcocho tan esponjoso, los compra hechos y luego los pone en un taperware para impresionar a la bruja y vaca gorda de la nueva directora de sucesos.

«Ahora el dilema es ¿lo descubro o calló el secreto?, la verdad es que el tío me cae fenomenal y que mas da si es un pelota…

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