miércoles, 2 de mayo de 2012

Un paquete equivocado


Me duelen las muñecas, es por la cuerda que está muy apretada, hace rato que he conseguido levantar la venda que me tapaba los ojos, aunque da lo mismo porque no se ve mas que una rendija de luz a lo lejos por lo que parece la ranura de una puerta, todo lo demás permanece en la mas absoluta oscuridad. El olor es nauseabundo y la humedad lo impregna todo, eso unido a mis propios orines y vómitos, hacen que la angustia suba y baje del estomago a mi garganta. No se cuantas horas puedo llevar en este sótano, se que es un sótano porque baje a trompicones por las escaleras y oigo como corre el agua sobre mi cabeza, luego deben de haber tuberías y bajantes de algún edificio y por lo constante del ruido no está abandonado, Pero la cinta que cubre mi boca, no hay manera de soltarla.  

Como he podido llegar a esta situación, cuando salí esta mañana de casa o fue ayer, «estoy perdiendo la noción del tiempo y eso no es bueno, no señor nada bueno». ¡Dios! algo me está mordiendo los pies, no quiero pensarlo pero es…, si es una rata. El dolor es insoportable y sigue no le espantan mis patadas, ni mis movimientos bruscos es como si supiera que no voy a poder defenderme, creo que voy a desmayarme…

Cuando desperté alguien me estaba golpeando la cara, auque veía borroso pude ver a mi pie derecho casi desaparecido y el dolor era tan insoportable que volvieron a golpearme la cara para que no me desmayara de nuevo. Note un liquido que me escocía pero mi boca permanecía tapada y el grito se ahogo en mi garganta sin emitir sonido alguno, aquellos dos individuos se reían al verme supongo que el espectáculo era dantesco y les hacía mucha gracia, entonces entro un tercero con un jersey negro de cuello alto, pantalones vaqueros y una cicatriz horrible que le cruzaba la cara «no sé que me dio mas miedo si sus tejanos manchados de sangre o el cuchillo que llevaba en la mano» fue entonces que los increpo a gritos con una voz ronca;

—Esta es la forma que tenéis de cuidar la mercancía, malditos cabrones, como muera habrá que buscar un nuevo paquete y vosotros vais a estar comiendo pollas en el penal de Albacete hasta que os jubiléis

—Pero, jefe nosotros no tenemos la culpa una rata le ha comido medio pie— dijo el de la cicatriz en la cara.

—Y se puede saber porque ha podido morderle una rata, ¿dónde estabais vosotros que no os habéis dado ni cuenta?

—Jefe, hemos salido un rato aquí hace un olor asqueroso y la tía se ha meado encima y a vomitado todo lo que tenía en el estomago.

— ¡Imbeciles! —, se escucho decir al que parecía mandar en toda aquella pesadilla, — No se como la vamos a devolver viva a su familia, aunque paguen el rescate—

«Entonces… que está diciendo, mi mente viajaba a toda velocidad entre la última frase “No se como la vamos a devolverla viva a su familia” y la visión de mi pie destrozado, la cabeza me va a estallar “… viva a su familia” y por un unos instantes conseguí centrarme en la frase y fue cuando me di cuenta que no era a mi a quién querían, porque yo estaba sola en al ciudad y mi familia no era lo suficientemente rica ni importante como para que estos tipos me hubieran secuestrado. Lo peor de todo es que si se daban cuenta estaba muerta, porque no me devolverían a mí supuesta familia y si la familia en cuestión descubría que su hija o lo que quiera que se suponga que sea, estaba a salvo no pagarían el rescate. En cualquier caso estaba muerta y una última lágrima rodó por mi mejilla, cuando volví a despertar, seguía allí tumbada en el suelo con las luces encendidas, el pie medio vendado y las gasas cubiertas de sangre, una jeringuilla vacía, reposaba a mi lado. Sentí unas voces susurrantes que venían de fuera, unos pasos medio silenciosos que se acercaban a la puerta y fue cuando empecé a pensar que era el final que no volvería a ver a mi familia y que mi sobrino no conocería a su tía porque aún le faltaban dos meses para nacer y que nunca mas vería el mar… las lágrimas surcaban mi cara y los sollozos me ahogaban sin dejarme respirar y entonces alguien empujo la puerta y cerré los ojos muy fuerte, muy fuerte como cuando era pequeña y tenía miedo… es como si así no pudiera pasarme nada y entonces oí los gritos —Mujer blanca, joven de unos treinta años— de nuevo perdí la conciencia…

— ¡Dios!— alguien grito, «acababan de destapar mi pie»

Lo siguiente que recuerdo fue como me hacían las primeras curas dos chicos vestidos de amarillo, uno de los policías me decía que ya había pasado todo y me sujetaba la mano mientras su compañero estaba en la otra esquina vomitando, cada vez que se nos acercaba volvía a salir corriendo, supuse que el aspecto de mi pie era repulsivo hasta para ellos, eso y el olor que despedía me hizo volver a llorar por la humillación de sentirme tan sucia, otro policía se acercó y le dijo al que me sujetaba la mano.

—Jefe, sólo hemos podido coger a dos, el tercero ha escapado— a lo que este contestó

— ¡Joder! —, entonces se dio cuenta que la noticia que acaba de escuchar hizo mella en mi y mis temblores y sollozos aumentaron — No te preocupes te protegeremos y no dejaremos que se acerque a ti —

Volví a desmayarme, aunque creo que esta vez era la inyección que me habían puesto aquellos hombres de amarillo, estaba lejos… muy lejos, el sonido de la sirena me devolvía a la realidad por momentos, en unas de esas vueltas a la lucidez, escuche que alguien me decía que no me pasaría nada y que me iba a curar, sujetaba una de mis manos y con la otra me daba palmaditas, cuando volví la cara para ver a mi protector, solo pude ver  al hombre de la cicatriz que me guiñaba un ojo —Todo saldrá bien— fueron las últimas palabras que escuche.   



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