viernes, 6 de julio de 2012

Una tarde cualquiera...





Una tarde cualquiera de primavera nos juntamos como siempre en el café de Gustavo para charlar un rato como tantos días habíamos hecho en los últimos tres años. Nada anunciaba que aquella tarde sería distinta solo el aspecto de Juan cuando entró era algo distinto, parecía nervioso y fumaba con ansia, aún no habían servido las bebidas y el ya iba por el tercer cigarro. Marta que nunca puede estar callada le dijo; —No crees que fumas demasiado— mas que una pregunta era una afirmación y Juan contesto;—Y tu no te has parado a pensar que estamos hasta los cojones de tus aportaciones y opiniones—

Se hizo un silencio sepulcral en la mesa Mario, Isabel y Luís no sabían si intervenir o no, afortunadamente llegó doña Dolores con las bebidas y el silencio se hizo mas llevadero, una vez se alejo fue la propia Marta la que rompió el silencio —Mira tío, a mi me la trae al pario lo que quieras hacer con tu vida y me importa un pijo si has decidido suicidarte poco a poco a pesar de que el medico te haya dicho que lo dejes, pero no estoy dispuesta a tragarme tu humo apestoso— Juan se puso en pie y le escupió las palabras que estaba seguro iban a dejar hundida a Marta —Pues no te preocupes porque según el gilipollas del medico no me queda mas que un mes o dos a lo sumo.., así que puedo fumar lo que me salga de los cojones que eso ya no va a cambiar nada, pero no te preocupes que no me acercaré a ti para que no te tragues mi humo asqueroso— dicho esto dio media vuelta y se fue.

Luís y Mario salieron corriendo detrás de el y las chicas se quedaron mirando a Marta sin juzgarla. —como lo iba a saber, no podía imaginar nada, yo…— Marta no pudo terminar la frase y arranco a llorar desconsoladamente. Isabel y yo no sabíamos que decir era tan fuerte la escena y Juan se estaba muriendo, dos meses…

«Joder dos meses, solo tiene 38 años y le quedan dos meses»

— Juan, joder espera— le gritó Mario, cuando llegaron a su altura le preguntaron desde cuando lo sabía y porque no les habían dicho nada a ellos que se veían en los billares cada tarde. —Porque no hubiera podido soportar esas miradas de pena con las que me estáis mirando— los tres amigos empezaron andar dirección a la playa y justo cuando estaban ya cerca de la arena para quitarse las deportivas, Luís abrió la boca para decir; —Mira Juan, estoy hecho una mierda y tu mas que todos nosotros juntos, pero no crees que deberías hablar con Marta, tampoco has sido justo con ella—

—Y que es justo en esta puta vida, ¿Acaso es justo que me muera con 38 años?, acaso es justo que hace un año cuando me entere de la enfermedad tuve que cortar con la mujer que amaba mas que a mi vida para que no pasara por todo esto, nada es justo pero así es la vida— Ya estaban cerca de la orilla y sonó el móvil de Juan, era Marta. —no escúchame tu a mi, siento mucho lo que te he dicho, lo he hecho desde el dolor y la rabia y no lo sentía, sabes que soy un borde cuando se trata de mi muerte, por favor no llores y dime que me perdonas, está bien, mañana nos vemos y hablamos, pero vuelve a decirme que me perdonas… un beso— cuando ya se oía el pitido del teléfono de que al otro lado no había nadie salio un susurro de los labios de Juan —Yo también te quiero—

Los tres amigos se miraron y antes de entrar en el agua se abrazaron a modo de despedida aquel era su último baño juntos, su último baño en una tarde cualquiera de primavera…

Tres años mas tarde, en la misma playa los mismos protagonistas y dos niños pequeños de dos años y un bebe en canastillo disfrutaban de los últimos rayos de sol. —Marta ese niño se está comiendo la arena, haz algo…— se quedo mirando a su marido y le dijo; —Tienes que tener lo huevos cuadrados también es tu hijo, levanta el puto culo y juega un rato con el, que yo estoy leyendo y descansando un rato—, todos se empezaron a reír pues sabían cual sería la respuesta, así que corearon todos a la vez —Ya sabes cariño que el medico me ha recomendado mucho descanso— después de la metedura de pata que tuvieron los médicos con los resultados de las pruebas, le recomendaron prudencia y descanso por si acaso…

Marta escupió su frase preferida; ¡hay que joderse con los matasanos y sus jodidos diagnósticos!, por si acaso cuídese que algún día se morirá… 

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