Una tarde cualquiera de primavera nos juntamos como
siempre en el café de Gustavo para charlar un rato como tantos días habíamos
hecho en los últimos tres años. Nada anunciaba que aquella tarde sería distinta
solo el aspecto de Juan cuando entró era algo distinto, parecía nervioso y
fumaba con ansia, aún no habían servido las bebidas y el ya iba por el tercer
cigarro. Marta que nunca puede estar callada le dijo; —No crees que fumas
demasiado— mas que una pregunta era una afirmación y Juan contesto;—Y tu no te
has parado a pensar que estamos hasta los cojones de tus aportaciones y
opiniones—
Se hizo un silencio sepulcral en la mesa Mario, Isabel
y Luís no sabían si intervenir o no, afortunadamente llegó doña Dolores con las
bebidas y el silencio se hizo mas llevadero, una vez se alejo fue la propia
Marta la que rompió el silencio —Mira tío, a mi me la trae al pario lo que
quieras hacer con tu vida y me importa un pijo si has decidido suicidarte poco
a poco a pesar de que el medico te haya dicho que lo dejes, pero no estoy
dispuesta a tragarme tu humo apestoso— Juan se puso en pie y le escupió las
palabras que estaba seguro iban a dejar hundida a Marta —Pues no te preocupes
porque según el gilipollas del medico no me queda mas que un mes o dos a lo
sumo.., así que puedo fumar lo que me salga de los cojones que eso ya no va a
cambiar nada, pero no te preocupes que no me acercaré a ti para que no te
tragues mi humo asqueroso— dicho esto dio media vuelta y se fue.
Luís y Mario salieron corriendo detrás de el y las
chicas se quedaron mirando a Marta sin juzgarla. —como lo iba a saber, no podía
imaginar nada, yo…— Marta no pudo terminar la frase y arranco a llorar
desconsoladamente. Isabel y yo no sabíamos que decir era tan fuerte la escena y
Juan se estaba muriendo, dos meses…
«Joder dos meses, solo tiene 38 años y le quedan dos meses»
— Juan, joder espera— le gritó Mario, cuando llegaron
a su altura le preguntaron desde cuando lo sabía y porque no les habían dicho
nada a ellos que se veían en los billares cada tarde. —Porque no hubiera podido
soportar esas miradas de pena con las que me estáis mirando— los tres amigos
empezaron andar dirección a la playa y justo cuando estaban ya cerca de la
arena para quitarse las deportivas, Luís abrió la boca para decir; —Mira Juan,
estoy hecho una mierda y tu mas que todos nosotros juntos, pero no crees que
deberías hablar con Marta, tampoco has sido justo con ella—
—Y que es justo en esta puta vida, ¿Acaso es justo que
me muera con 38 años?, acaso es justo que hace un año cuando me entere de la
enfermedad tuve que cortar con la mujer que amaba mas que a mi vida para que no
pasara por todo esto, nada es justo pero así es la vida— Ya estaban cerca de la
orilla y sonó el móvil de Juan, era Marta. —no escúchame tu a mi, siento mucho
lo que te he dicho, lo he hecho desde el dolor y la rabia y no lo sentía, sabes
que soy un borde cuando se trata de mi muerte, por favor no llores y dime que
me perdonas, está bien, mañana nos vemos y hablamos, pero vuelve a decirme que
me perdonas… un beso— cuando ya se oía el pitido del teléfono de que al otro
lado no había nadie salio un susurro de los labios de Juan —Yo también te
quiero—
Los tres amigos se miraron y antes de entrar en el
agua se abrazaron a modo de despedida aquel era su último baño juntos, su
último baño en una tarde cualquiera de primavera…
Tres años mas tarde, en la misma playa los mismos
protagonistas y dos niños pequeños de dos años y un bebe en canastillo
disfrutaban de los últimos rayos de sol. —Marta ese niño se está comiendo la
arena, haz algo…— se quedo mirando a su marido y le dijo; —Tienes que tener lo
huevos cuadrados también es tu hijo, levanta el puto culo y juega un rato con
el, que yo estoy leyendo y descansando un rato—, todos se empezaron a reír pues
sabían cual sería la respuesta, así que corearon todos a la vez —Ya sabes
cariño que el medico me ha recomendado mucho descanso— después de la metedura
de pata que tuvieron los médicos con los resultados de las pruebas, le recomendaron
prudencia y descanso por si acaso…
Marta escupió su frase preferida; ¡hay que joderse con
los matasanos y sus jodidos diagnósticos!, por si acaso cuídese que algún día
se morirá…
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